Donde E es la energía cinética del cuerpo;
m es su masa; y
C es su velocidad en la dirección del tiempo (unos 300.000 km/seg)
Cuando yo era chico se contaba un chiste donde un paisano viajaba en tren por primera vez a Mar del Plata, y mientras miraba el paisaje por la ventana veía que los postes del costado de la vía pasaban volando hacia atrás. Así que dijo: “¡A la vuelta podemos viajar en poste!”
Muy gracioso. Pero bueno, mi punto de vista sobre “la velocidad de la luz” es el mismo que teníamos cuando nos reíamos del paisano. Qué tonto; la luz no va a ningún lado, somos nosotros los que viajamos a velocidad C; somos nosotros los que nos llevamos por delante la luz a velocidad C.
Yo lo veo así: así como hay tres dimensiones espaciales, también hay una cuarta ortogonal a las otras tres, la del tiempo, que vuela a velocidad C, constante, por lo menos dentro de nuestra experiencia, en lo que podemos medir. Esa velocidad, en la dirección del tiempo, afecta a los cuerpos simultáneamente en sus tres dimensiones espaciales. Un ejemplo:
Si imaginamos un mundo con forma de globo de Mickey, que está inflándose constantemente porque alguien está soplando, la nariz, por ejemplo, vería que los ojos o la boca están siempre en le mismo lugar, porque se inflan a la par, todo el mundo se infla con la misma velocidad y en todas direcciones, así que nadie lo nota.
La nariz puede moverse un poco para un lado o para el otro, y calcular si quiere su energía cinética debida a ese movimiento, pero tiene que sumar también la energía cinética de su propia expansión, la que aporta el inflador: m.C2
Lo único que está afectado de velocidad C es lo que tiene masa, tiene dimensiones, es material. (Constante o no, supongo que ese tiempo es consecuencia de un campo de velocidades, y C es la que nos ha tocado).
La luz no tiene masa, no tiene dimensiones, no está afectada de tiempo, no va a ningún lado; como los postes del paisano, su velocidad es 0; cero es constante.
Alejandro Comes – 01/09/2019